Finalmente, el Auf Wiedersehen consiguió cosas que
estaba buscando hace un tiempo: fue a jugar un día de sol con la única
aspiración de pasar un buen rato y jugar un lindo partido de fútbol y lo
consiguió; trató de jugar con un par de suplentes y –a pesar de todas las
lesiones- lo consiguió; intentó, casi siempre, jugar por abajo y lograr cuatro
pases seguidos e hizo jugadas de 15 pases que terminaron debajo del arco; buscó
unidad en el grupo y vio en la charla post partido que lo consiguió.
Fue una mañana fantástica de fútbol. Ah, como
consecuencia de todo lo anterior, se ganó el primer partido en el campeonato.
La levantada del equipo puede encontrar sus fundamentos
en algunos puntos clave. El compromiso sostenido de algunos, que con presencia,
trayendo gente o simplemente apoyando, logran alimentar la unidad que se
desmantelaba en los últimos partidos. Ejemplos varios: Ariel, que se fue muy
caliente el último partido, trajo los dos jugadores que sirvieron de recambio
en el entretiempo. Tito, alma del equipo –el día que Tito no esté, Auf
Wiedersehen deja de existir-, haciendo la doble tarea de ayudar a los de
adentro y continuar con su recuperación desde afuera. Capitán Cula, lesionado y fuera de combate,
sosteniendo su asistencia perfecta, e incluso con el bolso en la mano por las
dudas de que falte gente.
Otro de los puntos clave fue la constante intención
de sostener gente de buen pie en el campo a fin de poder encontrar un camino
potable para llegar al gol, siendo este el juego asociado y las jugadas
combinadas. Ayuda a esto contar con la vuelta de César Dib, fútbol
personificado. Asistiendo de espaldas,
abriendo la cancha y llegando a la definición, exitosa como en el gol y
defectuosa como en la mejor jugada de la historia de Auf.
Y manteniendo alguno de los pilares que gracias a
Dios tiene este equipo: Alejo, titular en cualquier posición, juega de cinco para
que el equipo pueda jugar. Pikín y Chapa, elegancia y sacrificio. Las recientes
incorporaciones, Damian (x2), Gabriel (x2) y Diego. La concentración del equipo
–el principal ejemplo es Luis, en este caso, o también Guille- para hacer lo
que es mejor para el equipo, y no lo que le gustaría hacer a cada uno adentro
de la cancha.
La felicidad de la crónica es indisimulable. Como
también es la esperanza de que basado en este ejemplo, el plan se sostenga a
fin de –más allá de resultados deportivos- poder ir cada sábado a jugar al
fútbol.
Damián Forlani (6): En el planteo menottista de C.C.
–cómo lo definió el propio 1-, tuvo que jugar
de líbero. Lo hizo bien, cortó un par de ataques con los pies y decidió bien
cuando salir jugando. Retuvo como no
hizo otras veces. Le auguraron un
partido sin goles en contra, que podría haberse cumplido de no ser por un par
de centímetros, en la definición y en el off side no cobrado.
Ariel Pina (6): Fue siempre salida, no se complicó y jugó a un toque. Honrando
el escudo de su pantalón –alineado con el técnico-, su único reclamo era que se
intente jugar. Gracias a él, en parte, se logró.
Pikín (6): Vuelta al juego elegante, pero lo más destacable es que quedó a
cargo de la última línea por primera vez y la manejó con total solvencia.
Pablo Zapata (6): La fricción necesaria de toda
defensa, la intención de jugar de toda defensa, y corazón. Partido completo.
Niquito (5.5): Volvió uno de los pulmones futbolísticos. No se pudo explotar
mejor porque el equipo eligió inconscientemente jugar siempre por derecha. Pero
es un retorno que ilusiona.
Guillermo Sanchez (8.5): Jugó un partidazo. Difícil de explicar al
contarlo, fácil de entender al verlo. Hizo casi todo bien, siempre para el
equipo. Y vale lo mismo la presión en la mitad de la cancha para recuperar una
pelota, como la corrida sobre el final del partido para marcar el tercer tanto
y cerrarlo.
Alejo D’Aquila (6): el Capitán en funciones deja todo
para que el equipo pueda jugar. Golpeado
de arriba y de abajo, no deja pelota sin disputar. Cuando le llega intenta darle buen destino. Pero el esfuerzo es encomiable.
Gabriel (5): Estaba jugando un gran partido, colaborando un poco en la
marca, jugando un toque por la derecha con Pina y Guille, gran motor del primer
tiempo. La expulsión fue lo único que
por un momento le puso signo de interrogación al gran partido del Olvidensen.
Diego Sproviero (6): Más relajado que en su debut, tardó
en entrar en circuito. Pero tiene buen pie y despliegue, como pudo demostrar en
el segundo, asistencia incluida.
César Dib (8): Un tiempo bastó para demostrar todo su talento. Verlo en acción
dan ganas de gritar “viva el fútbol”. Estaba tan en partido que hasta saltó a
cabecear, hecho inédito en su carrera. Bancó la pelota, jugó de espaldas, hizo
jugar a los volantes, dio aire a los del medio y acompañó siempre las corridas
de Luis. Erró un gol que hubiese hecho llorar al DT, quizás por su larga
inactividad (8 meses) Tuvo revancha un par de minutos después, convirtiendo
otro golazo.
Luis Lasaga (7,5): Gran partido del Siete Bravo. Cuando juega con una misión,
concentrado para el equipo, las cosas se le clarifican y da lo mejor de sí.
Pasa la pelota y va a buscar, define de primera cuando tiene que hacerlo y tira
centros endemoniados. Gol y asistencia para uno de los puntos altos del equipo.
Leo (6): El Tanque entró para aguantarla y lo hizo. Tuvo su chance de
gol y también sufrió la ineficacia del referí.
Martín (5): le costó encontrar su lugar en un partido que traía mucho
ritmo. Pero ayudó en la marca y cuando
le dio el cambio de aire llegó hasta el área rival.
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